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22/8/08

Sócrates

Sócrates

Después de ser condenado a muerte, se ofreció a Sócrates que ofreciera una alternativa a la última pena; provocador e irónico hasta el fin, solicitó ser mantenido de por vida a costa del erario público.

La vida de Sócrates consistió en pasearse por las calles de Atenas y hablar con todo aquel que se le aproximaba. Hombres, mujeres, jóvenes o ancianos, fuese quien fuese la persona que le salía al paso, él siempre estaba dispuesto a dialogar. Eso sí, sus conversaciones siempre derivaban en profundas cuestiones filosóficas. Al modo que su madre, que era comadrona, ayudaba a nacer a una nueva generación de atenienses, él se dedicó a despertar a los atenienses a las luces del pensamiento. Partiendo del postulado de su propia ignorancia –“Sólo sé que no sé nada”–, a través de una serie de preguntas trataba de reactivar las mentes adormecidas que aceptaban la realidad sin cuestionarla: es la llamada «ironía socrática».
Muchos eran los ciudadanos presuntuosos que se irritaban al tener que reconocer lo contrario de lo que estaba establecido. De hecho fue rechazado y ridiculizado en distintas ocasiones por contemporáneos suyos como Aristófanes o Ampisias, que escribieron sendas comedias teatrales en las que se burlaban de sus creencias filosóficas y de su apariencia física. No es de extrañar, porque Sócrates no era precisamente un modelo clásico griego: era bajito, tenía un vientre prominente, los ojos saltones y la nariz respingona. Pero para él la verdadera belleza no era la del cuerpo, sino la del alma. Según confesó, había un daimon –una cierta fuerza divina– que le guiaba permanentemente en su objetivo. Pero para sus oponentes esta postura favorecía el individualismo en detrimento de los intereses colectivos, un hecho intolerable en la Grecia de aquella época. Fue acusado de crear nuevos dioses y de corromper a los jóvenes.
Sócrates podría haber obtenido una sentencia menor y, una vez condenado a muerte también tuvo la opción de fugarse. Pero, coherente hasta el fin con sus propios principios, se negó a hacerlo y aceptó beber la cicuta que acabó con su vida. Conocemos estos últimos momentos de Sócrates gracias al Felón de Platón, que fue su alumno predilecto. Posteriormente, Platón se dedicó a rescatar la figura de su maestro y presentarla como un nuevo modelo para hacer filosofía.